ENEMIGOS ÍNTIMOS
No es fácil desprenderse de la persona amada. No resulta sencillo observar cómo
otra persona goza de los privilegios y del usufructo de un cuerpo que fue tan tuyo
que era una extensión de tu propio cuerpo.
No es fácil ver como su boca ávida recorre los senos de la persona amada sin
sentir una punzada de envidia, un pequeño destello de rabia. Y lo peor es ver en la
cara de aquella que era tuya una felicidad tan plena que te hace dudar de haber
conseguido hacerla feliz.
No es fácil ver cómo tu lugar en la cama es ocupado por otro, cómo tu
huella en el colchón es reemplazada. Resulta doloroso escuchar sus respiraciones
acompasadas, esa música terrible de la felicidad hecha sueño y no ser partícipe
de la coralidad del momento.
En momentos así se necesita toda la sangre fría del mundo, toda la paciencia que
el pobre Job no logró agotar. Y aún así no es fácil evitar los celos, el dolor de la
abstinencia de un cuerpo amado, el exilio del cuerpo amado. No es sencillo.
No es sencillo amar a tu enemigo. No resulta fácil perdonarle la usurpación, el robo.
Y aún así el perdón surge mucho antes que el reproche.
Porque no puedes reprocharle, ni siquiera por un instante, que se aferre con ansia
y avidez a ese pecho, a esos senos turgentes y llenos de vida. No puedes
reprocharle nada, porque sabes bien que ese pecho es para él, para tu enemigo
íntimo, la razón de su ser, todo su mundo, todo lo que alcanza a comprender y todo
lo que necesita para vivir…
No puedes hacer otra cosa. Sólo mirar enternecido como tu hijo se amamanta y
recoger con suavidad esas lágrimas que la emoción ha hecho nacer de tus ojos.
Eduardo Fernández
Premio relato corto lactancia materna del blog mimamasemima 2.0
